Ise, en la prefectura de Mie (junto a la prefectura de Nara) alberga el Parque Nacional de Ise-Shima, famoso por contener en su interior más de cien santuarios sintoístas. Pero, sin lugar a dudas, el que merece una mención especial es el santuario de Ise Jingu; considerado como el más sagrado de todo Japón. Un enclave cuyas conexiones espirituales se remontan a hace 1.800 años, cuando se fundó de la mano de la princesa Yamato (vivió aproximadamente entre los siglos I a.c. y I d.c.). Ella fue la primera en ostentar el cargo de Saigu, una suerte de sacerdotisa a cuyo cargo quedaba mantener contentos a los kamis (dioses) para que la vida política discurriese correctamente. A Yamato se le apareció Amaterasu (diosa del sol) para pedirle morar en Ise, lugar del “viento divino” o “kamikaze”, una expresión que se convirtió en un tributo a esta diosa y simboliza la protección de todo Japón. Y es por ello que desde entonces se rinde culto a Amaterasu en el Santuario de Ise, junto a Toyôke, la diosa de las cosechas, que es quien le proporciona sustento diario.
Hay otra cuestión muy curiosa particular de los santuarios de Ise, algo que sólo sucede en este lugar de Japón. Se trata del “sengu”, la reconstrucción periódica de las edificaciones de los santuarios, tanto interiores como exteriores. Cada uno de ellos ocupa un terreno en el que cabría dos veces y cada veinte años el santuario se reconstruye de forma idéntica en el espacio vacío, para derruir el antiguo. No sin antes haber consagrado la divinidad en el nuevo.
Hay un motivo que explica la aplicación del sengu en los santuarios de Ise. Para el sintoísmo es muy importante lo nuevo y lo reciente; por ello, su estética se alinea con este valor. Este afán responde a una identificación con los kamis, que están constantemente presentes y renovándose. Además, la madera con el tiempo acaba envejeciéndose y perdiendo atractivo.
Ise Jingu: el santuario de Ise por excelencia
Aunque en Ise hay cientos de santuarios, el que mayor relevancia ha alcanzado es el Ise Jingu. El santuario principal, dedicado a la diosa del sol, Amaterasu, tiene una antigüedad de 1.800 años. Se dice que a la princesa Yamato (según la leyenda, fue la cuarta hija del emperador Suinin, undécimo emperador de Japón) se le apareció esta kami, quien le dijo:
“La provincia de Ise, la del divino viento, es la tierra a donde van a parar las olas del mundo eterno, que se suceden sin cesar. Es una tierra apartada y agradable. Quiero morar en ella”.
Después de este episodio, la princesa Yamato fundó el Santuario de Ise; además de ocupar el cargo de “saigu”, por el que realizaba funciones de sacerdotisa y celebraba los rituales en honor a la diosa Amaterasu. A ella está dedicado el santuario interior, el Kotaijingu o Naiku. La construcción representa la arquitectura más antigua de Japón.
A seis kilómetros de distancia se encuentra el santuario exterior, que recibe el nombre de Geku o Toyouke. En el año 478 la diosa de las cosechas y los alimentos, Toyôke, fue trasladada a este lugar para servir de compañía a Amaterasu y proporcionarle sustento a diario. La construcción respira sencillez y pureza.
Meoto-Iwa o las rocas casadas
También en Ise encontramos otro punto de interés que puede que resuene en la memoria de l@s descubridor@s. Se trata de Meoto-Iwa o las rocas casadas, en la bahía de Futamigaura. Estas dos rocas representan a los dioses creadores de Japón: Izanagi e Izanami. Están unidas por una cuerda de paja de arroz trenzada, que recibe el nombre de shimenawa y delimita un espacio sagrado, según el sintoísmo. Uno de los placeres de viajar hasta este rincón de Japón es ver la salida del sol entre ambas rocas.
¿Te gustaría ver el amanecer en Meoto-Iwa? ¿O visitar el santuario de Ise? Cuéntanoslo en los comentarios 😉
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