Después de la breve introducción al sentimiento religioso de los japoneses, en esta entrada profundizaremos en una de las dos religiones mayoritarias: el sintoísmo en Japón. Para aquellos que ya conozcan algunos aspectos de la cultura japonesa, les cuadrará perfectamente el sintoísmo como su religión autóctona, la dedicada a este mundo. Se trata de un conjunto de creencias en el que no tienen cabida las doctrinas absolutas, los sermones, los decálogos… Es lo que se puede llamar “una danza interior” ante la naturaleza, un sobrecogimiento ante su presencia. Esta percepción sagrada del mundo natural puede explicarse por los elementos animistas que encontramos en el sintoísmo japonés (un vistazo a muchos santuarios os hará daros cuenta enseguida de ello), pero también confluyen en ella otros aspectos como elementos del chamanismo y de veneración de los ancestros que han perdurado a lo largo de los siglos.
Es muy probable que el sintoísmo, ya desde épocas prehistóricas estuviese en constante interacción con otras religiones y sistemas filosóficos importados, como el taoísmo y el confucionismo; más tarde, también por el budismo. Un signo más de su maleabilidad es el hecho de que no tuvo nombre propio hasta la llegada del budismo, con el fin de diferenciarse de él.
A modo de curiosidad, hasta la asunción de los aspectos relacionados con el más allá con el budismo, los emperadores japoneses eran enterrados en montículos funerarios gigantes de tierra y piedra llamados kofun. Se cree que el mayor de ellos alberga más cadáveres que la gran pirámide de Keops.
La reacción nacionalista para la recuperación del sintoísmo en Japón
Aunque durante mucho tiempo el sintoísmo fue flexible y bebió de otras religiones, en la época de Edo (1600-1868) se dio en el ámbito académico una reacción nacionalista que quiso eliminar todas las influencias extranjeras de la religión autóctona japonesa. La idea era recuperar el sintoísmo como “Antiguo Camino” o “Religión Antigua”. Y esta visión más cerrada fue la religión del moderno Estado japonés hasta 1945, momento en que volvió a ser una religión más. La consecuencia de estos hechos quedó grabada en el sintoísmo, donde tanto el aspecto de religión estatal organizada como religión popular van unidas y reflejan gran parte del carácter nacional de los japoneses.
Una religión con ocho millones de deidades
El sintoísmo en Japón ha sido una religión sin fundadores oficiales ni grandes revelaciones o dogmas, al contrario de lo que ocurre en otras creencias. No hay textos sagrados. Podría definirse como un credo politeísta basado en mitos, ritos, ideas, prácticas e instituciones.
En el panteón sintoísta no hay una sola divinidad a la que adorar, sino que existen ocho millones de kami que pertenecen a la naturaleza. La palabra kami suele traducirse como dios, pero realmente el sentido de esta palabra ha sido difícil de definir incluso para personalidades como Motori Norinaga, gran reivindicador del sintoísmo como religión nacional. A pesar de ello, le dio una definición: “todo aquello fuera del ser ordinario que posee unos poderes superiores y que inspira temor y reverencia”.
Estos ocho millones de kamis no son excluyentes entre sí y no dictan mandamientos ni exigen sumisiones. Además, invaden todos los aspectos de la vida, ya que hasta los propios elementos de la naturaleza son considerados como kami. Un árbol, una piedra, un sonido, la lluvia… Cada uno de ellos posee un espíritu o fuerza llamado tama, que puede tener un aspecto apacible o violento y que es el objeto de la actividad ritual. Por ello, la preocupación fundamental del sintoísmo es atraer a los kami buenos y alejar a los maléficos, algo que se lleva a cabo mediante ceremonias y ritos. Las malas acciones humanas, así como los desastres de la naturaleza, son considerados por el sintoísmo como intrusiones de kami maléficos, que se combaten con ritos de purificación y exorcismo especiales.
El santuario del sintoísmo: la propia naturaleza
La variedad de santuarios que encontramos en un viaje a Japón es muy amplia, aunque todos ellos tienen en común que su emplazamiento se ha escogido por su belleza paisajística o su posición estratégica (por ejemplo, entre dos ríos). Sin embargo, algunos, con el paso del tiempo, han sido engullidos por las ciudades, por lo que es difícil apreciar esta conexión con la naturaleza característica del sintoísmo. Pero hay otros santuarios donde todavía está bien presente, como es el caso del Meiji Jingu, dedicados a los kami del emperador Meiji y la emperatriz Shōken. En el otro extremo, un pequeño y sencillo santuario en medio del bosque puede contener todo lo necesario para cualquier sintoísta. De hecho, la forma antigua más conocida de lugar sagrado sintoísta es una superficie rectangular cubierta de guijarros, rodeada de piedras y delimitada por una cuerda que une los cuatro pilares.
Imágenes de James Faulkner, ume-y y 士航 魏
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Muy buen artículo, gracias por esta sencilla descripción.
Hola Rosa! Muchas gracias por tu comentario. Nos alegra que te haya gustado el artículo 🙂
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Muy interesante. Empecé a descubrir lo que comentas muy bien en este artículo al preparar mi viaje de varias semanas y después de allí. Me fascinó la veneración de los japoneses por la naturaleza. Gracias por compartirlo con todos.