Nara es uno de esos puntos que no puede faltar cuando cualquiera decide viajar a Japón. Antigua capital de Japón (entre los años 710 y 784), se trata de un lugar histórico cercano a Kyoto donde no sólo se desarrollaron de manera esplendorosa las artes y la literatura, sino que además es cuna del budismo japonés. El Parque de Nara es una visita obligada para el descubridor, ya que este pulmón verde alberga templos y monumentos impresionantes, una figura de Buda (o Daibutsu) de bronce de más de 16 metros de altura y más de mil ciervos en semi-libertad que puedes contemplar de muy cerca. Incluso, en puestos que encontrarás en la zona tendrás la posibilidad de comprar comida especial para ellos y darles de comer. ¡Todo ello formará una experiencia única que dejará una profunda huella en ti! ¿Te vienes?
El templo Todaiji y su Buda gigante
En el Parque de Nara encontraremos muchos lugares impresionantes que visitar. Seguramente el más conocido de todos ellos es el templo Todaiji, un increíble edificio de madera considerado el más grande de todo el mundo. Sus medidas son: 48,6 metros de alto, 57,3 metros de largo y 50 metros de ancho. Unas referencias colosales pero aún así más escuetas que la construcción original, que fue levantada a principios del siglo VIII (el actual es fruto de la reconstrucción de 1702 tras un incendio). Su belleza y su alto valor cultural e histórico le han valido la denominación de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
El templo Todaiji también es muy conocido por la figura de Daibutsu que se encuentra en su interior. Realizada en bronce, sus más de 16 metros son uno de los motivos que llevan a los visitantes a ponerse frente a ella y admirar esta imponente figura.
Otros atractivos de Nara
Muy cerca nos encontramos con el santuario Kasuga Taisha, considerado como uno de los más famosos de Japón por la Oficina Nacional de Turismo de Japón. Este lugar fue fundado en el año 768 y sus edificios lacados de color bermellón al estilo sintoísta ofrecen un espectáculo arquitectónico digno de admirar. Al igual que el templo Todaiji, es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y recibe a los visitantes con 3.000 lámparas que marcan el acceso mientras lo envuelven todo en una atmósfera que sólo puede disfrutarse en este lugar único.
Las pagodas del templo Kofukuji son también imprescindibles cuando visitamos Nara. Se trata de algunos de los pocos edificios que quedaron en pie tras varios incendios que vivió este lugar, patrocinado por el clan Fujiwara. Fundado en el año 710, aún conserva mucho de aquel espíritu, aunque en su momento lo formasen hasta 175 construcciones de las que hoy queda muy poco. También es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El estanque Sarusawano-Ike, muy cerca del templo Kokufuji, nos permite ver el reflejo de su pagoda de cinco plantas y es una de las imágenes que más habitualmente toman los amantes de la fotografía. Y, si el tiempo lo permite, no está de más visitar el Museo Nacional de Nara, donde conocer más de cerca el arte antiguo budista; o Naramachi, barrio antiguo con casas que datan del siglo XIX y que se conservan en perfecto estado. Todo un viaje en el tiempo que te permitirá aproximarte un poco más a la Historia de este increíble país.
En definitiva, una visita a Nara te mostrará la cara de Japón más tradicional, alejada de las grandes ciudades, pero sin duda, una ventana a la que hay que asomarse para admirar toda la quietud del budismo japonés, sus edificios Patrimonio de la Humanidad y ese Buda gigante que te hace sentir el ser más pequeño del planeta.
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Fotos: Jessica Spengler, Pawel Nolbert, Yux Xiang
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