Para entender bien la singularidad del castillo de Nijō ( Nijō-jo) en Kyoto es necesario conocer algo acerca de la figura central de su existencia: Ieyasu Tokugawa (1542-1616). El que fuera el iniciador del shogunato Tokugawa (también conocido como periodo Edo) fue un fiero guerrero, con gran recelo al enemigo y con una extraordinaria reputación militar. Su influencia en la estabilidad de Japón fue tan grande que el emperador Go-Yōzei le nombró shōgun en 1603, un título histórico que equivale a un gobernador. Una figura con gran poder dentro de la política japonesa de la época.
La verdad de los suelos de ruiseñor
Y para dar muestra de ese gran poder, en 1606 se construyó el castillo de Nijō, lugar que sería su residencia en Kyoto. La opulencia de su oro y sus formas buscaba subrayar su prestigio, incluso en detrimento de la imagen del emperador. También su construcción obedece a los recelos y miedos respecto a sus enemigos, con cámaras secretas donde los escoltas podían hacer guardias. Sin embargo, al contrario de lo que todavía mucha gente piensa a día de hoy, los suelos de ruiseñor no son un sistema para alertar de la presencia de intrusos. Se cree que se diseñaron con un sistema de anclaje al suelo sin clavos vistos para evitar que se engancharan los kimonos. Lo que sí es cierto es que con el tiempo cogen holgura y generan ese ruido tan característico que le da su nombre.
Toda esta historia es la que hemos de evocar cuando paseemos por el interior del edificio, en el que destacan sus tatamis y sus puertas de papel de arroz. Una experiencia que quienes amen Japón encontrarán fascinante, ya que es una forma de vivir un momento del pasado.
Con la abolición del shogunato a finales del siglo XVII, el castillo de Nijo fue utilizado durante algún tiempo como palacio imperial. Sin embargo, después fue donado a la ciudad y abrió sus puertas para disfrute de locales y visitantes.
Visitar el castillo de Nijō y sus jardines
Todo este misterio es el que rodea al castillo de Nijō, una construcción de gran belleza rodeada de un foso, tras el cual pasamos la primera barrera defensiva. Después nos encontraremos con una magnífica entrada.
Se trata de la Puerta Karamon, cuya seña de identidad es la maravillosa combinación de madera y pan de oro. Una vez cruzamos su umbral llegaremos a la entrada del palacio Ninomaru, que está dividido en un total de cinco edificios con numerosas cámaras. Allí era donde se encontraba la residencia y las oficinas del shōgun cuando acudía a Kyoto. No hay que perderse la cuarta cámara, Ohiroma Yon-no-Ma, donde las mamparas se adornan con espectaculares pinturas.
En el recinto también encontramos el Palacio Honmaru, que lamentablemente no se encuentra abierto al público. Esta construcción data de mediados del siglo XIX y sólo se abre para visitas especiales durante el otoño.
Los espectaculares jardines de Nijō
Sin embargo, lo que sí podemos visitar son los jardines de toda el área del castillo de Nijō. Concretamente los que se encuentran alrededor de los palacios de Ninomaru y Honmaru no dejarán indiferente a quien se decida a emprender un viaje a Japón. El del primero fue diseñado por la mente del maestro de té y paisajista Kobori Enshu; el segundo, fue reconstruido después del incendio que lo asoló (junto a otras construcciones del recinto) en 1788. Una de las particularidades que tiene este jardín es su “Tsukimidai” (un lugar para ver la luna), en la esquina sudeste, cubierta de hierba y con un camino que recorrer admirando árboles como los robles azules japoneses.
Además, estos jardines, aunque preciosos durante todo el año, muestran un espectáculo impresionante con la llegada de la primavera, algo de lo que disfrutarán quienes decidan viajar a Japón en abril. En este momento se puede presenciar el fenómeno del cerezo en flor. Los más de 400 ejemplares de esta especie que encontraremos en nuestro recorrido nos harán sentir en un lugar onírico.
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Fotos: Yu-Jheng Fang, Manuel Menal, Richard Friedericks, Jim G, Manuel Menal
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