DIARIO DE UN DESCUBRIDOR/ Domingo 5 de diciembre de 2010. Hoy quiero enseñaros un templo muy famoso de Kioto. Se trata del Kyomizu-dera o lo que es lo mismo, el templo del Agua Pura. Este nombre lo recibe en honor a unas cascadas que corren por la parte inferior de sus pilares y que desembocan en un pequeño estanque que hay un poco más abajo. Resulta que es una de las obras maestras de Kioto y el lugar favorito de muchos japoneses a los que le he preguntado. Uno de los encantos que tiene es que el camino que hay antes de llegar al templo cruza uno de los barrios más tradicionales de la ciudad. Las casas están construidas al estilo antiguo y es muy común encontrarte a gente vestida de kimono por la calle.
El templo está situado en las faldas de una montaña, por lo que el paseo es cuesta arriba. Una vez llegas a la entrada, te encuentras con un par de edificaciones bastante impresionantes y un parque lleno de arces. Precisamente este templo es uno de los mejores lugares para contemplar los colores del otoño, así que antes de que se acabara el periodo de hojas rojas, quería echarle un vistazo.
La leyenda del Kyomizu-dera
Dice la leyenda que aquel que salte del Kyomizu y sobreviva podrá cumplir un deseo y, aunque en la actualidad está prohibido tirarse al vacío, se recuerdan más de 200 saltos en el periodo Edo, en los cuales más del 80% de los intrépidos saltadores sobrevivieron a la caída. Lo que no se dice es si luego recibieron su deseo. Eso es algo que siempre será un misterio.
Es importante mencionar que el Kyomizu-dera fue uno de los candidatos como una de las siete nuevas maravillas del mundo. Hasta este punto es de impresionante el lugar. La única pena es que es tan famoso que siempre está abarrotado de gente y eso le quita un poco de encanto.
Dentro del templo se encuentra el santuario del Amor. En él se hallan dos piedras separadas 18 metros de distancia. Se dice que si una persona puede llegar desde una a la otra con los ojos vendados y sin ayuda, entonces será capaz de encontrar el amor verdadero. Yo todavía no lo he probado, así que no se si seré un solterón toda vida o qué.
El momiji en el Kyomizu-dera
Por toda la zona había árboles que vestían una gran variedad de colores y, como de costumbre, estuve recogiendo hojas para mi colección. Todas las que recolecto, las pongo a prensar para secarlas y mantenerlas en buen estado. He pensado que podría ser buena idea llevármelas a España y elaborar un cuadro gigante usando las hojas de los mismos árboles con los que disfruté durante mi estancia en Japón. De esta forma, podré deleitarme con el momiji cada día, durante el resto de mi vida. Además, siempre que lo vea me acordaré de todos los buenos ratos que pasé contemplándolas cuando estuve viviendo en Japón.
Para finalizar os pongo una foto que me gustó mucho. De esta forma, podéis comprobar vosotros mismos la veracidad de mis palabras cuando os digo que este árbol dispone de una variedad de colores increíble.
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Me encantan Japón y eso que todavía no he tenido el placer de conocerlo.
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