A pesar de no ser una ciudad especialmente conocida a este lado del mundo, Okayama concentra dos atractivos que no pasan desapercibidos para todas aquellas personas a las que les atrape el Japón antiguo y sus tradiciones más clásicas. Y es que esta ciudad dibuja en el centro de su mapa el impresionante y antiguo Castillo de Okayama (también conocido como Castillo del Cuervo) y uno de los tres principales jardines del país, bajo el nombre de Koraku-en. Okayama, que da también nombre a la isla y a toda la prefectura, presume de disfrutar de abundante sol, además de vínculos ancestrales con héroes como Momotaro, quien aniquilaba demonios; cuenta asimismo con varios museos excelentes. Por otro lado, la isla de Okayama es puerta de entrada a la región de Shikoku a través del puente de Seto-Ohashi, que constituye la principal carretera y conexión ferroviaria desde Honshu. Otros puntos interesantes a visitar dentro de la prefectura de Okayama son Hiroshima y Miyajima.
El Castillo de Okayama o Castillo del Cuervo
El Castillo de Okayama fue construido en 1597 por Ukita Hideyoshi, daimyo del periodo Sengoku. Las obras duraron ocho años. Una de las particularidades de su construcción es que como estaba orientado al oeste, Hideyoshi emprendió el ambicioso proyecto de hacer que el cercano río Asahigawa fluyera a lo largo de la cara este para evitar que sus enemigos pudieran asaltarle por la parte trasera del castillo. Pero Hideyoshi no sólo utilizó el castillo como punto estratégico militar, sino que además congregó a artesanos y comerciantes alrededor del mismo, formando una ciudad. Y bajo la protección del histórico castillo, Okayama continuó prosperando como ciudad estableciendo las bases de una ciudad moderna.
El castillo llegó a contar con 35 torretas y 21 puertas. Fue gobernado por 15 señores sucesivos durante tres siglos. Lamentablemente, como muchas otras construcciones del patrimonio japonés, el original fue destruido por los bombardeos aliados en 1945, en la Segunda Guerra Mundial. Tan sólo resistió la pequeña tsukima-yagura (torre para observar la luna). En 1966 se reconstruyó.

Es interesante admirar cómo la arquitectura del periodo está representada en parte por el uso de tableros lacados en negro en las paredes de la torre (Tenshukaku). El interior tiene un aspecto algo más moderno, pero en la parte superior de la torre del homenaje (torre central) ofrece excelentes vistas del Koraku-en (del que os hablamos a continuación). En otra sala los visitantes pueden vestirse con ropas del periodo Edo y tomarse fotografías sin coste adicional. Además, en el interior se puede disfrutar de una auténtica colección de armaduras samuráis, espadas y otros objetos.
Jardines Koraku-en
Los jardines Koraku-en son posteriores al levantamiento del Castillo de Okayama. Fueron construidos por el daimyo Ikeda Tsunemasa, en el año 1700. Está considerado como uno de los tres jardines más hermosos del periodo Edo (junto a Kairaku-en, en Mito y Kenroku-en, en Kanazawa).

En gran parte está cubierto de hierba y, de hecho, fue el primero en Japón en utilizar grandes extensiones de este tipo de plantación para su diseño. Está dividido en tres secciones y cuenta con bambú, pino, ciruelos y cerezos; junto con arbustos de té.
El Castillo de Okayama está incorporado al diseño como un “escenario prestado”, un recurso clásico en el diseño de jardines japoneses. En Koraku-en también encontramos arroyos, estanques, un elegante puente rojo atravesando un lago y estructuras especialmente interesantes como el pabellón Ryuten, que está cruzado por un arroyo. Estos jardines no han cambiado demasiado desde la época feudal, por lo que son un lugar ideal para conocer el concepto de jardín y de vistas relajantes que se tenía en aquel momento.

El conjunto del Castillo de Matsumoto y los jardines Koraku-en suponen un lugar al que parece que se llega mediante un túnel en el tiempo. Ante nuestra mirada se abre la posibilidad de acceder a la antigüedad de Japón y admirar el sentido de la estética, su arquitectura y bellos diseños de jardines.