DIARIO DE UN DESCUBRIDOR- (continuación entrada Las palabras del maestro)/ Después de hacer 3 combates muy duros y sin apenas descansar, me sentía ya bastante fatigado. Cuando ya pensaba que todo había acabado, me di cuenta de que todavía quedaba algo por hacer. El Sensei dijo que tenía que hace un último combate con Tamanishi (el chico que se examinaba de cinturón negro). Todos nuestros compañeros salieron del tatami y nos dejaron a los dos solos. Un escalofrío me recorrió la espalda de arriba abajo. Teníamos a todo el gimnasio expectante para ver nuestro combate. Yo podía percibir en su cara cómo se reflejaba el mismo cansancio que él debía de estar notando en la mía. Los dos nos jugábamos algo. Por un lado, Tamanishi se examinaba de cinturón negro contra un extranjero, que además, era de rango inferior. Imagino que de ninguna manera iba a permitirse el lujo de caer noqueado frente a mí. Por otro lado, yo venía de fuera y quería dejar en un buen puesto el kárate que practicamos en España. El resto de compañeros iba a observar cada uno de mis movimientos para valorar si merecía o no las palabras que el Maestro me había dedicado.
Si había un momento en el que tenía que darlo todo era sin duda ese. Los segundos se me hacían eternos. Ambos esperábamos a que nos dieran luz verde para empezar. De repente todo se desvaneció y solo podía verle a él frente a mí. En ese momento, no existía nada más. Por fin, llegó a mis oídos la única palabra que podía hacerme reaccionar: ¡¡Hajime!!
Un combate bastante igualado
Nos dimos duro y ambos encajamos buenos golpes. La pelea estuvo muy igualada en todo momento. Impacto tras impacto, mi vitalidad iba llegando a un punto crítico. Como me esperaba, este combate duró bastante más de lo normal y la verdad es que no sé cuánto tiempo estuvimos luchando, pero fue mucho. Llegó el momento en que ambos habíamos superado nuestro límite y lo único que nos mantenía en pie era nuestra voluntad por no defraudar al Sensei. Todo el mundo empezó a gritarnos palabras de ánimo. Los gritos de por lo menos 25 personas se convirtieron en algo a lo que pude agarrarme para no caer rendido al suelo. Ahora lo recuerdo y se me pone la piel de gallina. Todavía no puedo creer que haya vivido algo así en Japón. Cuando el Maestro dio por finalizada la pelea, fue una sensación de alivio increíble y aunque estábamos destrozados, aún nos quedaron fuerzas para fundirnos en un gran abrazo. Para mi, ha sido una experiencia muy especial que no olvidaré nunca.
Ahora si, el trabajo ya estaba hecho. La prueba había sido superada y solo quedaba disfrutar del momento. Después del examen nos fuimos todos juntos al restaurante de Masa a beber y comer sin parar. Fue un gran día repleto de emociones nuevas y vivencias. Estaba dolorido y magullado, pero valió la pena. Hay momentos en los que es necesario llegar al límite para darte cuenta de que eres capaz de llegar incluso más lejos. Ahora me toca cuidar de mi cuerpo durante los siguientes días y recompensarle por el esfuerzo al que le he sometido. Se ha portado como un campeón y no se ha lesionado. Me alegra poder decir que me recupero satisfactoriamente. Y ahora, ¡A por el cinturón negro!
Este es un post en tres partes:
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Imagen de Vilmos Vincze