Domingo 19 de septiembre de 2010
Ayer por la noche me fui a cenar con dos chicas que viven en la misma residencia que yo. Como no queríamos ir muy lejos, les hablé de ese restaurante al que fui por primera vez al poco de llegar a Japón. Al fin y al cabo, era el único que conocía.
Cuando llegamos nos sentaron en la barra porque la mayoría de las mesas estaban ocupadas. La carta de este sitio está totalmente en japonés y no tienen fotos, así que es un poco difícil aclararse con los platos. Intenté decirle al camarero que nos hiciera una recomendación, pero se ve que no me entendió muy bien porque no paraba de poner caras raras. Al final, acabó yendo a pedir ayuda a un grupo de chavales jóvenes que había sentados en una de las mesas de al lado. Al poco vuelve con un chico japonés bastante contentillo (supongo a que ya llevaba algo de alcohol en vena), con su botella de litro de cerveza y se nos sienta al lado. El chico vino a hacernos de traductor, pero la verdad es que no tenía ni idea de hablar inglés. No ayudó mucho, pero entre unos y otros, conseguimos pedir la cena y de paso, echarnos unas buenas risas.
El chico se quedó con nosotros como si fuera amigo de toda la vida. Al poco tiempo vino una amiga suya a disculparse por su amigo (ella hablaba mucho mejor inglés) diciendo que era el payaso del grupo y tal, pero al final ella también se quedó con nosotros. De los tres extranjeros que estábamos, yo era el que más nivel de japonés tenía, así que ya os podéis imaginar la situación. Al cabo de los minutos, no sé si fue gracias al alcohol o qué, pero de repente mi japonés mejoró notablemente. Por un rato, pude sentirme cómodo hablando. Fue una sensación increíble.
No se cómo salió el tema, pero el chico nos dijo que era estudiante de la Universidad de Doshisha. ¡La misma que la mía! ¡Qué coincidencia! Cuando le dije que yo también iba a estudiar allí se quedó flipado. Al final resultó que todos los del grupo eran de la misma universidad. Estuvimos hablando durante un rato y también me contó que todos eran practicantes de kendo (arte marcial japonés en el que manejan espadas de madera). Uno de ellos llevaba 14 años entrenando y era cuarto dan (Solo con 22 años, ¡Wow!). Yo les dije que también entrenaba artes marciales. Cuando me preguntaron cuál, les dije que hacía más de 10 años que entrenaba kárate. En ese momento se unió a la conversación el cocinero, que es un chaval joven, diciendo que él también hacía kárate y resulta que practica el mismo estilo que yo. Es cinturón negro segundo dan. ¡Otra coincidencia! Tengo que preguntarle donde entrena a ver si me pilla cerca porque uno de mis objetivos aquí es poder practicar en algún gimnasio de la zona.
Por si eso no fuera poco, a la fiesta se unieron dos japoneses más. Eso ya era un desmadre. Nos estuvieron preguntado que cómo conocíamos ese local y yo le conté que lo descubrí un día de casualidad caminando de vuelta a casa. Se ve que ellos van a menudo porque es un sitio muy bueno. Debe de ser cierto porque tengo que reconocer que todo lo que comimos allí estaba riquísimo. Pedimos tres platos y los compartimos para poder probarlo todo. Esa noche degusté por primera vez el okonomiyaki, que es como una especie de tortilla a la japonesa, aunque la verdad es que no tiene nada que ver con la nuestra.
Una anécdota muy graciosa de la noche fue el momento en el que los japoneses nos preguntarnos qué se decía en nuestro país para brindar. Yo les dije que en España decimos “chinchín”. Nada más nombrar la palabra, empezaron a reírse sin parar de mirarse unos a otros. La chica japonesa me preguntó si era verdad que se decía eso y yo asentí con la cabeza. Entonces volvieron a reírse a carcajada limpia. Empecé a sentir mucha curiosidad por conocer qué era lo que les estaba haciendo tanta gracia. Cuando terminaron de reírse me explicaron la razón y es que resulta que, en japonés, “chinchín” significa “pene”. ¡¡Vaya!! Qué poco afortunado fue mi brindis ¿No? Al final yo acabé riéndome también porque era la primera vez en mi vida que brindaba diciendo “pene”.
En fin, que sin comerlo ni beberlo me vi envuelto en una de esas situaciones surrealistas que te suceden cuando menos te lo esperas. Me sorprendió mucho la actitud tan abierta de los japoneses de aquella noche. No sé… no me esperaba que unos desconocidos se unieran a nosotros en el bar con ese desparpajo. Supongo que normalmente no son así, pero con dos o tres cervezas en el cuerpo, todo les importa menos.
Imagen: Alex Knight