Sábado 11 de Septiembre de 2010
Hoy me he dedicado a buscar supermercados por la zona en la que vivo. Ha llegado el momento de empezar a comer bien de una vez y dejarse de tanta comida instantánea. Hasta ahora solo había estado en pequeñas tiendas con poca variedad y nada de carne, pescado y verduras. Esta mañana he salido en dirección a uno que ya había visto un par de veces de camino a la universidad. Mientras llegaba me he percatado de que en la misma calle había una tienda de libros y mangas. He pensado que sería una buena idea comprarme algunos cómics para ir leyendo un poco ya que las novelas japonesas están totalmente fuera de mi alcance. En el piso de arriba, solo había mangas y aunque no es el tipo de tienda súper bestia que puedes encontrar en Tokyo me ha parecido que tenían un buen surtido.
Montado en mi bici, he llegado al supermercado que había más adelante, pero no era como yo pensaba. Más bien parecía una droguería gigante que en la parte de arriba tenía un todo a 100 repleto de chucherías y chocolates. Una curiosidad de este establecimiento es que los reponedores iban gritando cosas mientras hacían su trabajo. No les entendía muy bien, pero me pareció que estaban cantando las ofertas. Al principio era gracioso, pero luego resultaba un tanto molesto. Cuando he ido a pagar el dependiente me ha soltado una parrafada de la cual no he entendido nada. Le he sonreído y le he dicho que sí. Espero que no me estuviera haciendo una proposición indecente.
Refrescándome en el río Kamogawa de Kyoto
De vuelta, tenía la bicicleta llena de cosas y no podía ir al siguiente súper a comprar comida sin antes pasar por mi casa a descargar. De camino paso siempre por el río Kamogawa y cuando estaba cruzando el puente he visto a algunos japoneses con sus hijos andando por el río descalzos buscando cosas en el agua. Hacía un calor intenso y húmedo, así que he pensado que sería buena idea seguir su ejemplo. Me he descalzado dispuesto a mimetizarme entre la población nipona sumergiéndome en el río como uno más. Se estaba muy bien ahí, la verdad. Los niños japoneses son muy graciosos. Los veías ahí en el agua con un palo y una red en la punta como intentando coger mariposas o algo entre las plantas.
¿Qué cuesta la fruta en Japón?
Después de descargar la compra en la casa he ido a un supermercado de verdad. Al llegar no he tardado mucho en asustarme con los precios. Había productos escandalosamente caros. Por ejemplo, he visto un melocotón que valía casi 5 euros. ¡Un solo melocotón! Si, bueno…era grande y tenía buena pinta, pero era SOLO UN MELOCOTON. No sé… todo era muy caro. Espero que ese sea el supermercado pijo de la ciudad porque como sean todos así voy listo. En España, la fruta y la verdura se puede encontrar a precios muy económicos. Creo que voy a tener que cambiar un poco el chip.
Tras un buen rato mirando he conseguido hacer la compra sin arruinarme en el intento. Voy a empezar a comer bien por fin. Ya me iba haciendo falta.
Mi casa estilo tradicional en Japón
Y para terminar os dejo una foto de mi casa de estilo tradicional en Japón, con la que estoy muy contento. Una cosa que tenía muy clara antes de venir era que quería vivir en una casa tradicional con tatami. La idea de andar descalzo por el suave suelo de paja entretejida y poder contemplar un jardín a través de una puerta corredera que conectara directamente con mi habitación me impulsó a buscar sin descanso por internet y ver decenas de alojamientos antes de decidirme por el mío. Después de mucho tiempo de rastreo encontré lo que buscaba y cada vez que entro por la puerta y veo toda la habitación despejada sin apenas muebles en su interior, me llena de paz y tranquilidad. Qué bueno es el minimalismo japonés.