DIARIO DE UN DESCUBRIDOR/ Domingo 2 de Enero de 2011. En el relato de hoy hablo de mi paso por Nagoya, donde tuve la oportunidad de visitar muchos lugares interesantes; y, sobre todo, de la Nochevieja al estilo sintoísta que tuve la oportunidad de disfrutar en Gifu, gracias a Yaki.
Cogimos un autobús que nos llevó hasta Nagoya. Allí quedamos con unos amigos que conocí en la Universidad de Alicante antes de venir a Japón y pasamos el día yendo de un sitio para otro. Lo malo es que uno de los lugares que más interés tenía por ver, el castillo de Nagoya, estaba cerrado por ser vísperas de Año Nuevo y no pudimos entrar. De todas formas, lo pasamos muy bien.
Nos llevaron por los lugares más característicos de la ciudad y comimos en un restaurante la comida típica de Nagoya: el misokatsu. Se trata de un filete empanado con una salsa hecha a base de miso. Tengo que decir que estaba riquísimo. Qué pena que en Kioto no haya este tipo de restaurantes.
Contrastando experiencias con Yaki
La noche la pasamos en casa de Yaki. Esta chica es como una madre para mi amigo Hiroki y su trato con nosotros fue genial. Ella puede hablar muy bien español ya que estuvo varios años viviendo en España y luego se dedicó a trabajar de traductora. Nada más llegar nos preparó una gran cena y estuvimos hablando durante varias horas. Me pareció muy interesante su experiencia porque ella decidió irse a España a vivir nada más terminar sus estudios en la universidad. Estuvimos comparando la forma en la que ella planeó el viaje con la mía. No os podéis imaginar la diferencia. Ya para empezar internet no existía en esa época por lo que no tenía manera de reservar nada ni mirar donde podría quedarse. Con un poco de dinero en la cartera y un billete de avión hasta Francia se embarcó en una aventura de la cual no podía saber el desenlace.
Yo, sin embargo, ya lo tenía todo bien atado antes de llegar aquí. No me puedo imaginar el sentimiento de incertidumbre que debió de sufrir hasta que consiguió instalarse y matricularse en la universidad. Sencillamente increíble. Comparado con lo suyo, mi viaje es un juego de niños.
Nochevieja al estilo sintoísta en Gifu
Al día siguiente nos fuimos todos juntos a Gifu. Yaki siempre pasa la Nochevieja en el templo de su hermano. Yo fui con ellos a disfrutar de un fin de año al estilo sintoísta. De camino, nos topamos con una nevada de categoría. Al llegar al templo vi con ilusión que allá donde alcanzaba la vista era todo de color blanco. No tardé mucho en coger el abrigo y darme una vuelta por la zona. No estoy muy acostumbrado a ver nevar, por lo que me sentía como un chiquillo con un juguete nuevo.
Al llegar la noche se lleva a cabo una tradición sintoísta que consiste en la ceremonia de las 108 campanadas. Se conoce con el nombre de “Joya no Kane”. De acuerdo con la creencia, las 108 campanadas representan los 108 pecados o deseos mundanos de las personas y tocar la campana sirve para alejar esos deseos con el fin de poder entrar purificado al nuevo año. Yo tuve la oportunidad de hacerla sonar tres veces. Así que se supone que soy un poco más puro que antes.
También comimos soba. Este plato está compuesto por una especie de espaguetis largos que simbolizan la longevidad. Se comen con la intención de alargar la vida. Todo este tipo de cosas me lleva a pensar acerca de que los japoneses suelen hacerlo todo por una razón. No es costumbre en ellos hacer algo porque sí. En la mayoría de los casos, existe un motivo. A veces un poco absurdo, pero hay uno.
Al día siguiente, a primera hora de la mañana, nos dejaron asistir a una ceremonia típica del Año Nuevo. Era toda una suerte poder estar allí en ese momento porque si no fuera por mi amistad con Hiroki, jamás habría podido tener la oportunidad de disfrutar de una experiencia tan auténtica como esa. La ceremonia duró más o menos una hora y a lo largo de ese tiempo los monjes hicieron muchas cosas que, aunque intentaron explicarme para qué servían, no entendí demasiado. No obstante, fue genial vivir un momento así en Japón. Escuchar los rezos constantes de los monjes era casi hipnótico. Quién me iba a decir a mí antes de viajar a Japón que estaría allí en ese instante. La vida es, cuanto menos, mágica.
Los platos tradicionales de la Osechi Ryori
Después de la ceremonia es costumbre hacer una comida especial conocida con el nombre de Osechi Ryori, en la que se prepara todo tipo de platos tradicionales. La forma de servirla es muy importante ya que todo viene como en cajitas de madera con una presentación impecable. Los japoneses encargan esta comida a restaurantes especializados semanas antes del día de Año Nuevo y suelen costar bastante dinero. Yo la disfruté mucho, pero los sabores me resultaban a veces un tanto extraños. No tiene nada que ver esta comida con la que se encuentra en los restaurantes normalmente. Había cosas que no tenía ni la más remota idea de lo que eran. Yo traté de probarlo todo, incluso aquello que su aspecto no me seducía mucho. Ya que estaba allí, tenía que aprovechar para sacarle el máximo partido a la experiencia.
Después de pasar un par de días estupendos en Gifu, por fin regresé a Kioto. Qué extraña ha sido la sensación de llegar a mi cuarto de nuevo. Ha sido como volver a casa y eso que estoy a 13.000 kilómetros de España. En realidad, Kioto no es mi hogar, pero es aquí donde tengo todas mis cosas, entre ellas la posibilidad de conectarme a Internet con mi preciado portátil. También tengo mi guitarra, mis pinturas, mis libros, mis apuntes de japonés y todo lo que compone la rutina que llevo cada día. Creo que las personas sentimos mayor estabilidad cuando llevamos una vida que podemos controlar. La rutina es algo que hemos ido estableciendo con el paso del tiempo y está formada por actividades que repetimos día tras día, por lo que las dominamos a la perfección. De todas formas, tampoco creo que sea bueno que nos aferremos a la seguridad de lo conocido. A mi parecer, lo ideal es mantener un equilibrio que te permita ser una persona flexible y capaz de adaptarse a cualquier nueva situación que aparezca en el camino.