Domingo 17 de octubre de 2010
Este fin de semana lo he pasado con una amiga japonesa que conocí en España. Se llama Yuko y vive en Nagoya. Ya veníamos hablando desde hace un tiempo que teníamos que vernos aquí en Japón así que por fin hemos conseguido cuadrar nuestras agendas. Con ella hice un tour por Kioto que incluía la subida a la Torre de Kioto, un paseo por Shijo y Pontocho; una visita al Heian Jingu y al Fushimi Inari.
Subida a la Torre de Kioto y un paseo por Shijo y Pontocho
Fui a la estación de Kioto a recogerla a eso de las seis de la tarde. No habíamos decidido el plan. Teníamos pensado dejarlo un poco a lo que surgiera. Lo primero que se nos ocurrió fue subir a la torre de Kioto que está justo en frente de la estación. Tiene 130 metros de altura, pero el observatorio está a 100. Los paisajes de ciudades, para mi gusto, son mucho mejores por la noche con todos los edificios iluminados.
Había unos prismáticos enormes con los que podías ver a largas distancias. A la salida, no sé muy bien por qué, había un espejo que te deformaba el cuerpo creando unas siluetas muy graciosas. No pude resistir la tentación de hacer el tonto un rato y sacarme un par de fotos. ¡Parezco un enano!
Desde allí fuimos directos a la zona con mayor vida de Kioto, la calle de Shijo. La recorrimos paseando sin prisas mientras nos entreteníamos mirando algunas de las tiendas que nos encontrábamos a nuestro paso. El siguiente destino fue la calle de Pontocho. Me encanta este sitio porque conserva el estilo tradicional japonés de hace más de cien años y alberga una gran cantidad de restaurantes con buena pinta, aunque un poco caros. A mitad de calle más o menos, vimos uno que nos llamó la atención. Era un Sushi Bar. A mí el sushi que hasta ahora había probado en España no me había hecho mucha gracia pero como a Yuko le hacía ilusión, nos decidimos a cenar allí.
El sitio era muy bonito. Todo decorado con gusto al más puro estilo japonés. Una barra grande con varios cocineros preparando el sushi en el momento. Un servicio de atención al cliente impecable y un ambiente que invitaba a tomarse las cosas con calma y disfrutar de la cena. Yuko es una aficionada a comer sushi y sabe todos los tipos de pescado crudo que hay. Yo con la carta no me aclaraba mucho así que al final opté por dejar que fuera ella quien pidiera la cena.
Cuando nos trajeron la primera tanda de niguiris que pidió Yuko entendí aquello que decían mis amigos acerca de que el sushi en Japón era diferente. La presentación fue algo que me dejó con la boca abierta. Nunca había visto algo así en España antes. La pinta de cada uno de las piezas de sushi era espectacular. Todo servido sobre una hoja grande que hacía de plato.
Después de cenar tranquilamente un buen menú degustación de sushi que Yuko seleccionó nos fuimos a tomar una copa a un bar con mucho ambiente que hay no muy lejos de allí. Fue curioso ver la gran variedad que de cócteles que tienen en la carta. Casi cuesta elegir. Yo me pedí uno de frutos rojos que estaba muy rico.
Como Yuko venía de Nagoya, esa noche se quedaba a dormir en mi residencia. Después de tomarnos un par de copas, nos fuimos a casa porque al día siguiente queríamos aprovechar el día haciendo turismo.
Una visita al santuario Heian Jingu
Al día siguiente, tras un buen desayuno, nos dirigimos a nuestro primer destino: el santuario de Heian Jingu y sus jardines. Era uno de los lugares que Yuko quería ver antes de volver a Nagoya. Tiene una extensión de unos 33.000 metros cuadrados, por lo que no me equivocaría mucho si dijera que es una de las joyas de Kioto. A mitad de trayecto hicimos una paradita en una cabaña situada a un lado del estanque de flores de loto en la que sirven el famoso té matcha. Probar esta bebida también estaba en mi lista de cosas a hacer en Japón, así que me vino como anillo al dedo. El sabor es bueno, pero no se puede decir que sea muy dulce. Por lo que me dijo Yuko, los japoneses no toman nunca el té con azúcar. Otra cosa nueva a la que acostumbrarme…
Lo sirven acompañado de una pastita muy dulce por lo que el sabor amargo del té potencia en gran medida el sabor dulce la de pastita. Se convierte en una combinación curiosa. El matcha tiene una textura más espesa que el té normal y un color verde intenso. Se debe a que en vez de extraer la esencia de la hoja con agua caliente, muelen la hoja muy fina para luego disolverla de tal forma que puedas beberte toda la mezcla. A esto es lo que yo llamo beber té.
Los jardines del Heian Jingu están divididos en tres zonas. Cada una de ellas tiene su propia personalidad y estilo. El recinto es enorme, ideal para pasear tranquilamente durante un buen rato.
El santuario de las 10.000 puertas: el Fushimi Inari
Nos hubiera gustado quedarnos más tiempo pero teníamos otro sitio importante al que ir: el santuario de Fushimi Inari. Por cierto, en este lugar se rodó una de las escenas de la película “Memorias de una Geisha”.
El Fushimi Inari es un lugar muy especial que ocasionalmente aparece en películas y programas de televisión. Se trata de un santuario que está en las montañas de Fushimi, una población al sur de Kioto. Para llegar tuvimos que coger un tren. Lo bueno es que nos dejó casi en la puerta. Desde el santuario salen varios caminos que llegan hasta arriba de la montaña y luego la recorren serpentenantes por la ladera. Lo más interesante de este lugar es que todos los senderos que surcan la montaña están cubiertos por grandes portones sintoístas de color naranja llamados tori (鳥居). En algunas zonas hay tantos de estos tori que casi llegan a formar un túnel que cubre el camino. Yuko me explicó que en todo el recinto hay más de 10.000 de estos portones naranjas. Lo más curiosos es que cada uno de los tori del Fushimi Inari, equivale a una donación particular que ha patrocinado su instalación. Si quieres tener tu propio portón puedes conseguirlo abonando cantidades que oscilan entre los 360.000 y los 1.300.000 yenes (entre 3.000 y 10.000 euros, aproximadamente) Todo depende del tamaño y el grosor de los pilares. Normalmente son empresas y negocios que desean disfrutar de una provechosa carrera y por ello hacen estas donaciones al santuario. Se piensa que la diosa Inari puede ayudarte a conseguir un próspero porvenir económico.
Recorrer estos caminos que atraviesan el bosque en mitad de las montañas de Japón me ha recordado mucho a todos esos momentos en los que estuve planeando mi viaje. En más de una ocasión me imaginaba andando bajo los toris naranjas del Fushimi Inari, y ahora, estaba de verdad allí. Definitivamente, la vida puede ser mágica si nosotros ponemos un poco de nuestra parte.
Al terminar la visita fuimos a la estación de trenes para que Yuko pudiera regresar a casa. Hemos pasado un fin de semana muy agradable en Kioto y aunque casi siempre he hablado con ella en español, en esta ocasión también pudimos hacerlo en japonés. ¡Ha sido una práctica estupenda!