DIARIO DE UN DESCUBRIDOR/ Lunes 24 de Enero de 2011. En esta entrada voy a continuar con la historia de la gran fiesta del club de kárate a la que tuve la oportunidad de asistir. Como contaba, después de terminar de comer en el restaurante de sukiyaki, nos fuimos a un local que teníamos reservado a fin de continuar con la juerga. Antes de seguir, quiero comentar brevemente el concepto de fiesta japonesa. Por lo visto, para los japoneses lo divertido es ir a un local, comer, beber y luego cambiar a otro donde continúan comiendo y bebiendo. Y para terminar se van a otro local donde llevan a cabo la misma actividad. Solo que cada vez que hacen un traslado, beben más y comen menos. Así es cómo se vive el alcohol en Japón en las fiestas nocturnas. Otra vertiente es hacer lo mismo pero acabar en un karaoke. Un plan también muy popular entre los japoneses.
La comparación que acaba en un reto
El segundo sitio al que fuimos estaba en la zona con más vida nocturna de Kioto, conocida con el nombre de Kiyamachi. Aquí puedes encontrar una gran cantidad de locales de todo tipo. No obstante, todos comparten un mismo propósito y no es otro que el de divertirse. Cuando entramos al sitio me di cuenta de que esto ya no era un lugar tradicional como el anterior. La cosa se ponía seria. Volvimos a disponer de una barra libre y aunque puedes beber lo que quieras, las copas que te sirven en Japón son muy flojitas, por lo que puedes beber mucho casi sin preocuparte por ponerte borracho.
Al cabo de un rato de hablar con unos y con otros le comenté a uno de los chavales con los que mejor me llevo del club, Nakasho, acerca de cómo se bebe en las fiestas de España. Yo le explicaba que allí las copas iban mucho más cargadas de alcohol y que de verdad podías notarlo con intensidad. Nada que ver con los cócteles japoneses. Le dije que, en ocasiones, te lo ponían tan pasado de alcohol que prácticamente era un 50% alcohol y 50% refresco. Esto a Nakasho le pareció increíble y me decía “Sore wa okashi” que viene a significar “Eso es imposible”. Se quedó tan alucinado con la historia que se empeñó en que se lo demostrara. Así que al salir del local y de camino al siguiente sitio se fue a una tienda 24 horas y compró una botella de whisky y varias latas de coca-cola. No sabía muy bien que pretendía, pero cuando llegamos al último bar, consiguió que le dieran dos vasos con hielo y los trajo para que nos sirviéramos una copa al estilo español. Se tomó muy al pie de la letra lo de poner mitad y mitad así que cuando empezó a servirlos yo miraba incrédulo como echaba whisky en la copa sin parar. Yo traté de explicarle que, en España, los vasos suelen son de tubo y que cuando pone los hielos, ya no queda tanto espacio para la bebida, pero los vasos que trajo eran tan grandes como dos tanques.
Las consecuencias del alcohol en Japón
Cuando terminó de servir la botella de whisky que había comprado ya iba por menos de la mitad. O sea, que el resto estaba dentro de esas dos copazas. Yo le miré y pensé: “vamos a morir aquí los dos”. Pero ya me había metido en el lío y todos los compañeros del club estaban pendientes de nosotros disfrutando del espectáculo, así que no me quedaba otra que bebérmela. En ese momento, Nakasho me dio una de las dos copas y me dijo: “¡Vamos a brindar!”. Después de chocar las copas se puso a beber como un loco y de un trago se acabó la mitad de la bebida. Madre mía, no sabía lo que había hecho. Se había metido en el cuerpo una bomba de relojería. Porque ya no era solo lo que acababa de beber, sino que en ese momento Nakasho ya iba bastante tocadillo de las cervezas previas.
Yo empecé a beber, pero con moderación. Traguito a traguito fui acabándome la copa hasta que sin excesiva prisa la terminé. Cuando dejé el vaso en la mesa, 20 minutos después de haber empezado con el reto, me di cuenta de que Nakasho había desaparecido. Le pregunté a varios de mis compañeros, pero nadie sabía dónde se había metido. Empecé a preocuparme porque estaba seguro de que ese trago de whisky le había pasado factura. Al poco nos dimos cuenta de que la puerta del baño estaba cerrada. Tocamos varias veces sin obtener respuesta. Yo me asusté, pero uno de los chicos me dijo: “Shinpai shinaide, kitto neteiru yo” que significa: “No te preocupes, seguro que está durmiendo”. Entonces, sacó una moneda del bolsillo y con ella abrió la puerta del baño. Por lo visto, los baños japoneses suelen tienen una ranura que si la giras, puedes abrir el pestillo desde fuera. Cuando por fin accedimos al interior, nos encontramos a Nakasho tumbado en el suelo, en una postura un poco extraña, lo que me daba a entender que se había desplomado de golpe. Me quedé alucinado con la normalidad con la que actuaba todo el mundo. Como si fuera algo que ocurre habitualmente. Lo cogieron entre varios y con algunas de las sillas del local, construyeron una cama improvisada en la que le tumbaron para que pudiera dormir la mona tranquilamente. Luego uno de ellos me miró y me dijo: “¡Vamos a continuar la fiesta!”. Yo me quedé alucinado con lo sucedido. Me parecía totalmente surrealista. Pero bueno, si había que seguir divirtiéndose, no iba a ser yo el que amargara la fiesta.
Una nevada para culminar una gran noche
Al final yo también acabé un tanto tocadillo, todo hay que decirlo. A las seis de la mañana la gente empezó a recoger para volver a sus casas, pero a mí todavía me quedaba energía para rato. Desgraciadamente, no conseguí convencer a nadie para continuar. Al salir por la puerta, me llevé una grata sorpresa. ¡Estaba nevando! Después de despedirme de todos y ver como se llevaban a Nakasho a hombros, permanecí un rato en el puente de Kioto viendo la nieve caer mientras tomaba unas bocanadas de aire puro. Qué bonito se ve todo de blanco. No podía dejar de pensar en lo histórica que había sido esa noche y lo bien que lo había pasado. Sin duda, la recordaría siempre. Una experiencia que jamás podría haber tenido en España y que jamás habría imaginado que viviría en Japón. Gracias al club de kárate estoy teniendo la oportunidad de vivir un lado de Japón que de otra forma me sería imposible. Con ellos yo siempre soy el único extranjero y los planes que organizan son al más puro estilo japonés. Desde luego, una de las mejores decisiones que he tomado desde que llegué.
¿Cuál será la siguiente? Estoy ansioso por descubrirlo.
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