DIARIO DE UN DESCUBRIDOR. Lunes 15 de noviembre de 2010/ Resulta que dos de los residentes con los que hasta ahora estaba conviviendo se han marchado de la casa muy a mi pesar. Este es uno de los aspectos negativos de vivir en el extranjero: la cantidad de buenos amigos que te ves obligado a dejar atrás a medida que el tiempo va transcurriendo. Al principio es todo muy bonito porque no paras de conocer gente y de hacer buenos amigos, pero al cabo del tiempo te das cuenta de que también existe una contrapartida no tan agradable. Os hablo de las despedidas en Japón. Realmente no eres consciente de que vas a dejar de ver a estas nuevas personas que ahora forman parte de tu vida y cuando ese momento llega se hace un poco duro. Sayaka y Pierre (de los cuales ya os he hablado en esta otra entrada) se han convertido en dos buenos amigos, que a partir de ahora voy a echar de menos. Sinceramente son muy buenas personas y no me ha gustado nada tener que verles marchar. Esta es la primera de muchas. Desgraciadamente es algo a lo que me voy a tener que acostumbrar porque dentro de diez meses dejaré atrás toda una vida llena de amistades a las que no sé si volveré a ver.
Ellos se fueron el sábado por la mañana, pero el viernes hicimos en la casa una fiesta de despedida todos juntos. La cosa consistió en que cada uno preparó algo de comer y luego nos pegamos un buen festín en el saloncito que, aunque no es muy grande, fue lo suficiente como para darnos cabida a todos los residentes de la casa. Compramos también unas botellitas de vino que nos endulzaron el momento. Disfrutamos de una agradable conversación y una sabrosa comida con un cierto gusto agridulce ya que, en el fondo, sabes que al final tendrás que decirles adiós.
Llevo un par de días que no me puedo quitar esa idea de la cabeza. Lo que más me preocupa es que en la universidad ahora tengo muy buenos amigos. Sobre todo Roni, la chica de Israel. Siempre nos sentamos juntos en clase y aunque nos conocemos desde hace poco, para mi es como si fuera una vieja amiga. Me da mucha pena saber que un día ya no la veré cada mañana al llegar a clase.
De todas formas, tengo que cambiar el chip y dejar de pensar en el futuro para concentrarme en disfrutar del presente. Ahora estoy aquí y puedo hacer que el recuerdo de esta experiencia sea inolvidable. Tengo que valorar lo que tengo. Me ha costado mucho trabajo llegar hasta donde estoy. Tuvieron que pasar casi diez años para que pudiera hacer realidad mi sueño. Ahora no es tiempo de pensar en que sucederá cuando termine. Así que voy a vivir a tope el tiempo que me queda aquí.
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