Cuantas veces lo habremos oído ya pero qué difícil resulta ponerlo en práctica. En ocasiones parece imposible vivir el presente sin divagar constantemente entre los recuerdos de las experiencias vividas y los planes de futuro. Es como si la mente actuase como un caballo salvaje corriendo libremente de aquí para allá. Cuando por fin conseguimos pararlo y enfocarlo en aquello en lo que necesitamos estar concentrados, a la mínima que nos despistamos, vuelve a rebelarse y se lanza de nuevo a correr en la dirección que le venga en gana.
Cuando estamos presentes se nota. Los resultados de nuestras acciones siempre son mejores. No hay nada como concentrarse al 100% para sacarle partido al potencial que llevamos dentro. Disponemos de una máquina increíble, capaz de lograr cosas que aparentemente parecen imposibles. Pero no podemos pilotarla bien si nos distraemos mirando por la ventanilla cada cinco minutos.
Uno de los mejores métodos que conozco para aprender a domar la mente, a parte de la meditación, es un ejercicio enfocado a realizar un esfuerzo de concentración que nos permita vivir el presente con mayor intensidad. A través de su práctica continua, es posible conseguir estar más tiempo en el aquí y ahora.
Un ejercicio para vivir el presente
El ejercicio consiste en que cada vez que seamos conscientes de que estamos divagando, repitamos la frase “Estoy aquí y ahora”, para acto seguido, enumerar mentalmente todo lo que estamos haciendo, lo que sucede a nuestro alrededor, los sonidos que escuchamos, las sensaciones que sentimos, etc. Es como si intentáramos capturar el momento presente y lo relatáramos en voz alta. Se trata de un ejercicio que comparte muchas similitudes con la contemplación, pero con algunos matices que lo hacen diferente.
Voy a poner un caso práctico para que se entienda mejor la mecánica de funcionamiento. Imagínate que estás corriendo en un parque. De repente, te das cuenta de que estás divagando con cosas del trabajo y en ese momento dices en voz alta la frase de “Estoy aquí y ahora”. Te concentras única y exclusivamente en lo estás haciendo, correr. Vas enumerando cada una de las cosas que percibes. La brisa en la cara, una gota de sudor que resbala por tu frente, una niña que pasa a tu lado, el verde intenso de la vegetación del parque, los latidos de tu corazón, la suavidad de tus zapatillas cada vez que dan un paso sobre el asfalto, la sensación de cansancio, el tacto de tu camiseta. Te hablas a ti mismo del momento en el que estás y de todo lo que ocurre en él. De esta forma espantas el pensamiento de mono porque lo que estás viviendo es suficientemente bueno como para prestarle la atención que se merece. Cuando divagamos es como si estuviéramos viendo una película mientras miramos el móvil. Al final nos acabamos perdiendo una gran parte de la trama.
El momento presente en la ceremonia Shado
En Japón tienen muy perfeccionada su capacidad de hacer las cosas al 100%. Lo he visto en muchos contextos, pero quizás el que más me impresiona de todos es el que se produce cuando un artesano del té realiza la ceremonia Shado y prepara el matcha. Los huéspedes se sientan frente al maestro y se centran en disfrutar de la elegancia con la que ejecuta cada paso de la ceremonia. Todos los movimientos que efectúa son perfectos, tanto en velocidad como en estética. En la ceremonia del té no hay nada dejado al azar. El estilo con el que abren la puerta de la habitación, el número de pasos que dan hasta que se arrodillan en el suelo de tatami en posición seiza, cómo cogen la taza, la forma en la que vierten en agua, e incluso su elegancia a la hora de ofrecer el té a los huéspedes mientras estos le hacen una reverencia. Una coreografía elaborada para inducir tanto al maestro como a sus invitados a estar allí y solo allí. No existe nada más que la ceremonia. Es justo en este tipo de situaciones cuando entiendes lo bonito que puede ser vivir el presente y lo mucho que los pequeños placeres de la vida pueden llegar a regalarnos.
En relación a la práctica del momento presente y a la meditación, hay una escritora española que me encanta y que os recomiendo encarecidamente. Se llama Mónica Esgueva y es una experta en este campo. Su sentido común, coherencia y buen fondo son los principales elementos que la definen. Entre todos sus libros, yo destacaría uno que se titula Mindfullness. Para todos aquellos que queráis profundizar en este tema, aquí tenéis un buen punto de partida.
En mi libro El sistema Hanasaki, los nueve pilares de Japón para una vida centenaria con sentido analizo este entre otros temas.
Si después de leer el libro te quedas con ganas de más, puedes ver nuestro viaje Creciendo con Japón. En él, guiado por mi, recorrerás Japón, descubriendo rincones mágicos, al mismo tiempo que aprendes a integrar el sistema Hanasaki en tu vida. Puedes leer el post Creciendo con Japón: un viaje que te cambiará la vida y consultar toda la información del viaje.
El presente pasa muy rápido. No hay que darle mucha importancia tampoco, si puede ser. No hay que darle excesiva importancia ni al pasado ni al presente ni al fúturo. Simplemente dejarse llevar por la vida.